trikitilaris de Mendigorria

(Autor: Gorka Irurtia Irurzun)

Este acordeón diatónico llegó desde el norte de Europa en la segunda mitad del siglo XVIII. Según la teoría más extendida, fueron los trabajadores alpinos, que entre 1859 y 1960 construyeron el tren entre Beasain y Olazagutia, quienes la trajeron. Otra teoría apunta que las primeras trikitixas llegaron a la costa vizcaína por mar, ambas hipótesis son compatibles, es decir, que llegaran por diferentes vías. De cualquier manera, su extensión fue muy rápida y en pocos años arraso en las romerías. La documentación más antigua de este instrumento la sitúa en Urkiola (Bizkaia) en 1889.

Llama la atención que esa extensión tan rápida no fuera ajena a Mendigorria, donde encontraremos varios vecinos que la tocarán, y resulta imposible impregnarse de cierto romanticismo al conocer sus historias, al encontrar a la persona, que aprovecha cualquier momento para crear música, en una difícil época en la que se trabajaba de sol a sol, aprendiendo de forma autodidacta, llegando a convertirse en un evento, cuando las noches de verano, tras tocar varias piezas a la fresca, partían desde el banco de Morales a dar la vueltica por el pueblo, y de cómo los vecinos esperaban su llegada, con tantas ganas como la visita que previamente habían realizado a la bodega. Sin duda alguna, ellos también formaban parte de la vida musical de este pueblo.

Gramófonos, radios, radiocasetes y minicadenas fueron despiadada y lentamente desplazando la función social y musical, que de manera natural y desinteresada desarrollaron estos vecinos de Mendigorria. Sirva este texto para revindicar su esfuerzo y poner en valor la música en directo, que frente a la plana perfección de sonar siempre igual, se nos presenta como la imperfección que comete errores, precisamente por eso, porque está viva.

José Ramón Fernández Gurrea. (1918-1990)

Aprendió a tocar la trikitixa él solo, desde muy joven. También tocaba la guitarra, el acordeón y algo la armónica.

Se llevó la triki a la guerra, la cual le pilló con 18 años, tras esta y el servicio militar obligatorio que le mantuvo fuera durante varios años, volvió al pueblo. El invierno lo pasaba ensayando en casa con su hermano José Antonio Petaca, quien le acompañaba con la guitarra. Con el buen tiempo, su pasión por la música se restringía a la vuelta de sus labores del campo, cenaban y salían a la fresca, allí se juntaban con Resti, y después de haber estado tocando un rato, partían a dar la ronda por el pueblo. Las canciones que se cantaban en el pueblo y en las fiestas eran las preferidas de José Ramón, mientras que a su hermano Antonio le gustaba más el flamenco.

Con los años parecía que José Ramón desafinaba al tocar la trikitixa, pero se debía a que esta, de tanto uso que le habían dado, tenía los batientes de madera despegados. Sus familiares le regalaron una nueva traída desde la Republica Democrática Alemana, y este al comprobar que no había perdido su habilidad, se veía privado al tocarla.(¿???)

Restituto Muro Irurzun, Resti ( )

Descubrió la música a los 6 años, cuando acompañaba a su padre, pastor de oficio (y una constante en la producción de música e instrumentos tradicionales), y éste construyó una flauta. A partir de ahí, su amor por la música le acompañó en su día a día.

En su etapa como pastor, fabricaba sus propias flautas, y se comunicaba con otros mediante la armónica. Además de estos dos instrumentos, también tocaba la guitarra, acordeón, y ya entrado en años, la trikitixa, que fue un regalo de su hijo, para que no cargara con el acordeón, de mayor peso y volumen que esta.

Gozaba de muy buen oído, lo que le permitía tanto repetir las melodías, según se las cantaban, como componer sus melodías cuando se tumbaba. (Así también contaba el trikitilari Kaxiano que inventaba sus melodías). Todos los días tocaba al llegar a casa del trabajo, con el único propósito de alegrarse a sí mismo y alegrar a los demás, ya fuera en la vida privada, en la sobremesa con la familia o en la vida pública, como antes se ha comentado.

Hay que poner en valor la función social de la armónica, la cual en ocasiones tocaba paseando por el pueblo, tijera y peine bajo el brazo. Los vecinos le llamaban desde sus casas y este subía a cortarles el pelo, a cambio del detalle con el que la familia pudiera consumar el trueque.

Con 45 años cambio su oficio por el de albañil. Recuerdan que mientras construían un instituto, seguramente Ermitagaña, vio que en un aula había un piano, tras apurar el tiempo de la comida fue a tocar ese piano que no se podía quitar de la cabeza. Estuvo tocando y al finalizar unos aplausos rompieron el silencio de la habitación, un profesor le pregunto; cuántos años lleva tocando el piano, a lo que Resti contestó: Es la primera vez que tengo la oportunidad de tocar el piano. A lo que el profesor sorprendido, mirándole el mono azul sucio de polvo, le respondió: “pues me parece que usted se ha equivocado de oficio”.

Su hija Mari José, nos cuenta que cuando se desplazaba a visitarla a Larraga, lo primero que hacía era afinar el piano que estos tenían en casa, para poder a continuación, animar la sobremesa. Y recuerdan como le penaba que este estuviera solo todo el año.

Ambos tuvieron una vida ligada a la música, hasta el final. La rutina de José Ramón, estuvo marcada por el campo, la misa, y la triki. El último día de su vida, después de atender el regadío, acudió a misa, toco la trikitixa, y después de comer se tumbó en la cama. En el caso de Restituto, a la familia le fue imposible privarle de su armónica, la cual siempre le acompañó.

En el ideario del pueblo, así se les recuerda, en el banco de Morales, creando música para el disfrute de todos y todas.

Jesús Mañeru Azurmendi, Zaro. (1924-2000)

Aprendió a tocar la trikitixa de forma autodidacta a una edad avanzada, a los 60 años.

Agricultor de oficio, tenía gran afición, y se sentaba en las escaleras de su casa y ensayaba hasta conseguir las melodías deseadas.

Salía a tocar a última hora, y acompañó a Resti en más de una ocasión en la vuelta por el pueblo. Además de fiestas o el día de Andión, salían muchos sábados. Llama la atención que su instrumento es de sistema diatónico de una línea.

Como hemos comentado anteriormente, los avances en la reproducción de música fueron copando espacio que antes se cubrían con trikis, rondallas, txistus, gaitas… o la ocasión de arrancarse con canticos y jotas.

Pero este acordeón diatónico seguirá sonando en Mendigorria de una forma más privada o familiar. Ejemplo de ello es la vecina Oihana Arostegui, quien tocaba la trikitixa. En la década de los 90 encontraremos a Aitziber y Zuriñe Irurtia tocando alrededor de Santamaría en varias ocasiones.

Ya entrados en el siglo XXI, serán los músicos de la Lizarrako Trikitixa Eskola quienes en varias oocasiones (fiestas, día de Andión 2009…) se acercarán a Mendigorria,

La ocasión que más trikitilaris ha habido, sin duda alguna fue con la visita de la trikitixa eskola de Barañain, que actuaron en la fiesta por el derecho de aprender en euskera realizado por la asociación Biderra en el 2011. En el escenario, hemos tenido la suerte de escuchar en varias ocasiones al prestigioso grupo Mielotxin Folk Taldea. Y Algún trikitilari espontaneo o ligado a algún descendiente de Mendigorria suele aparecer de vez en cuando, como en la kalejira de txistu del 2013. Los últimos cuatro años, Oskar Arizala, emparentado con Mendigorria, es quien junto a alguno de sus hijos anima en fiestas las calles de Mendigorria.

Cambian las personas, los métodos, la función social de los instrumentos, las melodías… Pero afortunadamente, seguimos escuchando este sonido tan característico que es propio de la trikitixa.


(Gorka Irurtia Irurzun)

Déjanos tu comentario.